


Saqué despacio ese amor que me duele.
Lo abrí un poco para respirarlo por última vez.
Lo lavé con cuidado, sin dejar una mota de polvo.
Lo plegué tantas veces como su material me dejó, hasta hacerlo diminuto.
Esperé el paso de un escarabajo, el portador sagrado de la otra vida.
Él incorporó mi material vacío de amor y de sueños a su pequeña bola, arrastrándola hasta alguna profunda grieta.
Él hará que mi corazón no declare en mi contra.
Después encendí un cigarro frente al mar del sur....
Amanecerá mientras se consume el tabaco y el rebalaje moja mis pies.