
Sonsoles y Alfonso me plantearon qué hacer con su pabellón de piscina, en las afueras de Madrid. Ellos son aficionados a la arqueología, y tienen una magnífica colección para la que hice una vitrina, que en otra ocasión mostraré. Conociendo sus gustos, pensé en Villa Adriana en Tívoli: me pareció que su sucesión de arcos y columnas tiene un juego de repeticiones adecuado para aligerar el muro. Además, las 3 bocas de fuentes traídas de Florencia y el perímetro de la piscina, envejecido por Iñaki Oyarbide, contribuirían a un conjunto armónico.
Por último, hice el juego de continuar en la pintura la encina que crece detrás del pabellón, a la izquierda.
Debió de gustar a los estilistas y colaboradores de revistas de decoración, pues ha sido publicado varias veces. Mi premio fué el placer de trabajar para una gente encantadora, que de todo tiene que haber.